Saying goodbye to a loved one is often difficult. It has been 10 years since my mother passed away and almost seven years for my father, yet I still often wish I could call or visit them. This doesn't mean I lack belief in the resurrection; rather, it reflects a natural desire to be around our loved ones.
This is a shared experience among many, if not all, of us, so it is understandable that companies have tried to monetize on it. As the practice of cremation has become more widespread, companies have started developing different ways for people to keep some of the ashes at home, or near them, turning them into jewelry. As Catholics, though, is this allowed?
You may have read or heard in mid-December news reports about the Vatican altering its stance on keeping ashes at home. This change followed the Dec. 9 publication of a response from the Dicastery for the Doctrine of the Faith to two questions posed by Archbishop Zuppi of Bologna about ash preservation.
One question was whether families could keep a portion of the ashes of their loved one in a place of significance for the deceased. Before I get to the answer, let us understand what the church has taught and why.
The practice of incinerating bodies is not new. Many cultures had been doing it for centuries before our Lord’s coming. Among the Romans, for example, people who believed in some sort of afterlife did not do it, but those who thought that death was the end, burned the bodies of the death. That is why, during the persecution of Christianity in its early days, when a Christian was martyred, the Roman pagans would burn the bodies, mocking the belief in the resurrection.
Christians would try to recover the bodies to bury them, but not because they did not believe God could resurrect a body that had been reduced to ashes. The third-century Christian writer, Minucius Felix, stated, “Nor do we fear, as you suppose, any harm from the [mode of] sepulture; rather, we adhere to the old, more venerable custom.”
For centuries the church remained strong forbidding the cremation of bodies. As previously mentioned, this was not due to a belief that God couldn't resurrect such people, but rather due to the practice's pagan origins. The church, through her pastors, instructed Christians everywhere, especially new converts in pagan mission territories and forbade funerals of cremated remains.
At the turn of the 20th century the practice of cremation became more prevalent in Christian countries, like France, Italy and the United States. This was because of the push by freemasons to have the practice recognized by these governments. The church, remained steadfast in her teaching, especially considering that it was the freemasons who pushed for it.
It wasn’t until 1969 that the church allowed the burial of ashes in Catholic cemeteries, but they could not receive a funeral. It was necessary, though, that neither the deceased nor their family professed ideas contrary to the resurrection of the body. In 1997, responding to a request from the U.S. bishops, the Holy See granted an indult that allowed cremated remains to be present at funeral Masses.
In 2016, the then Congregation for the Doctrine of the Faith issued the instruction Ad resurgendum cum Christo (To Rise with Christ), restating the teaching that the burial of the body was preferred, because of the greater respect shown towards the deceased, but allowing the cremation of a body “unless it was chosen for reasons contrary to Christian doctrine.”
This document also stated, “When, for legitimate motives, cremation of the body has been chosen, the ashes of the faithful must be laid to rest in a sacred place, that is, in a cemetery or, in certain cases, in a church or an area which has been set aside for this purpose and so dedicated by the competent ecclesial authority.”
It further forbid the practices of keeping ashes at home, of dividing them among family members, scattering them in any way, or using them for jewelry or any other memento. Furthermore, it stated that when the deceased had requested cremation “for reasons contrary to the Christian faith,” a Christian funeral must be denied.
In the latest document from the Dicastery for the Doctrine of the Faith, Cardinal Fernandez stated that the ecclesial authority, typically the bishop, “may consider and evaluate a family's request to appropriately preserve a small portion of their relative's ashes in a place significant to the deceased's history.” The response continued, “provided that every type of pantheistic, naturalistic, or nihilistic misunderstanding is ruled out and also provided that the ashes of the deceased are kept in a sacred place.”
As you can see for the response, while the church now allows a minimal part of ashes to be separated from the whole, it is still firm on the requirement that they are kept in a sacred place, as it was stated in the 2016 instruction.
In summary, the church still prefers the burial of the body over cremation, although it is allowed as long as it is not chosen because of a denial of the resurrection of the body. Cremated remains must be kept in a sacred place, like a cemetery or a church. They cannot be kept at home, scattered, or used to make any memento.
Despedirse de un ser querido suele ser muy difícil. Han pasado ya 10 años desde que mi madre falleció y casi siete años desde la partida de mi padre, sin embargo, a menudo deseo poder llamarlos o visitarlos. Esto no significa que carezca de fe en la resurrección; más bien, refleja el deseo natural de estar cerca de nuestros seres queridos.
Esta es una experiencia compartida entre muchos, si no todos nosotros, por lo que es comprensible que las empresas hayan intentado aprovecharse del sentimiento. A medida que la práctica de la cremación se ha vuelto más común, las empresas han desarrollado diferentes formas para que las personas conserven algunas cenizas en casa, o cerca de ellas, convirtiéndolas en joyas. Pero, como católicos, ¿Está esto permitido?
Es posible a mediados de diciembre, hayas leído o escuchado informes de noticias sobre el cambio de postura del Vaticano con respecto a conservar cenizas en el hogar. Este cambio siguió a la publicación, del 9 de diciembre, de una respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a dos preguntas formuladas por el arzobispo Zuppi de Bolonia sobre la conservación de cenizas.
Una de las preguntas era si las familias podían conservar una parte de las cenizas de su ser querido en un lugar que había sido significativo para el difunto. Antes de abordar la respuesta, comprendamos lo que la Iglesia ha enseñado, y por qué.
La práctica de incinerar cuerpos no es nueva. Muchas culturas lo practicaban siglos antes de la venida de nuestro Señor. Entre los romanos, por ejemplo, aquellos que creían en algún tipo de vida después de la muerte no lo hacían, pero aquellos que pensaban que la muerte era el fin, quemaban los cuerpos de los difuntos. Es por eso, que durante la persecución del cristianismo en sus primeros días, cuando un cristiano era martirizado, los paganos romanos quemaban los cuerpos, burlándose de la creencia en la resurrección.
Los cristianos intentarían recuperar los cuerpos para enterrarlos, no porque no creyeran que Dios pudiera resucitar un cuerpo reducido a cenizas. El escritor cristiano del siglo III, Minucio Félix, afirmó: "Ni tememos, como suponéis, daño alguno por la [forma de] sepultura; más bien, nos adherimos a la antigua y más venerable costumbre."
Durante siglos, la Iglesia se mantuvo firme prohibiendo la cremación de cuerpos. Como se mencionó anteriormente, esto no se debía a la creencia de que Dios no pudiera resucitar a tales personas, sino más bien a los orígenes paganos de la práctica. La Iglesia, a través de sus pastores, instruyó a los cristianos en todas partes, especialmente a los nuevos conversos en territorios de misión paganos, y prohibió los funerales de restos cremados.
A principios del siglo XX, la práctica de la cremación se volvió más frecuente en países cristianos como Francia, Italia y Estados Unidos. Esto se debió al impulso de los masones para que la práctica fuera reconocida por estos gobiernos. La Iglesia permaneció firme en su enseñanza, especialmente considerando que fueron los masones quienes la impulsaron.
No fue hasta 1969 que la Iglesia permitió el entierro de cenizas en cementerios católicos, pero no podían recibir un funeral. Era necesario, sin embargo, que ni el difunto ni su familia profesaran ideas contrarias a la resurrección del cuerpo. En 1997, en respuesta a una solicitud de los obispos de EE. UU., la Santa Sede concedió un indulto que permitía que los restos cremados estuvieran presentes en las misas fúnebres.
En 2016, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe emitió la instrucción "Ad resurgendum cum Christo" (Para Resurgir con Cristo), reafirmando la enseñanza de que se prefería el entierro del cuerpo debido al mayor respeto mostrado hacia el difunto, pero permitiendo la cremación de un cuerpo "a menos que se haya elegido por razones contrarias a la doctrina cristiana."
Este documento también estableció: "Cuando, por motivos legítimos, se haya elegido la cremación del cuerpo, las cenizas de los fieles deben descansar en un lugar sagrado, es decir, en un cementerio o, en determinados casos, en una iglesia o un área destinada a este propósito y así dedicada por la autoridad eclesiástica competente."
Prohibiendo, además, las prácticas de conservar cenizas en el hogar, dividirlas entre miembros de la familia, esparcirlas de alguna manera o usarlas en joyas u otros recuerdos. Además, estableció que cuando el difunto hubiera solicitado la cremación "por razones contrarias a la fe cristiana," se debía negar un funeral cristiano.
En el último documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Fernández afirmó que la autoridad eclesiástica, típicamente el obispo, "puede considerar y evaluar la solicitud de una familia para conservar adecuadamente una pequeña porción de las cenizas de su pariente en un lugar significativo para la historia del difunto." La respuesta continuó: "siempre que se descarten todo tipo de malentendidos panteístas [concepción del mundo y una doctrina filosófica según la cual el universo, la naturaleza y la deidad que los monoteístas llaman Dios son equivalentes], naturalistas o nihilistas [no creer en nada], y siempre que las cenizas del difunto se conserven en un lugar sagrado."
Como se puede ver en la respuesta, aunque la Iglesia ahora permite que una parte mínima de las cenizas se separe del todo, sigue firme en el requisito de que se mantengan en un lugar sagrado, como se estableció en la instrucción del año 2016.
En resumen, la Iglesia todavía prefiere el entierro del cuerpo sobre la cremación, aunque se permite que no se elija debido a una negación de la resurrección del cuerpo. Los restos cremados deben mantenerse en un lugar sagrado, como un cementerio o una iglesia. No pueden conservarse en casa, esparcirse ni utilizarse para crear ningún recuerdo.